SEP
DGETA
SEMS
CENTRO
DE BACHILLERATO TECNOLÓGICO
Agropecuario
N° 113. Parangarico, Yuriria, Gto.
Sistema
Abierto de Educación Tecnológica Agropecuaria.
“MIGUEL
HIDALGO Y COSTILLA”
Ciencia, Tecnología,
Sociedad y Valores III.
5º “AS” Técnico Básico
PROFESOR: Lic. José Jesús León León
Tema: La historia como
experiencia social.
Elaborado
por:
FLORES GONZALEZ YARIL AKETZALI
Parangarico,
Yuriria, Guanajuato. 25/Agosto al 01/Septiembre /12
INTRODUCCION
En este tema veremos como la historia es
importante que es como en la actualidad a veces tenemos que saber como nació la
escritura y muchas mas.
Por que sin la historia en la experiencia
social para poder entender mejor como se ha dado la historia con la labor
social de lo cual todo aquello que se ha renovado o creado es para nuestro bien
pero de lo cual tampoco hay que abusar tanto.
De lo cual desde que se dio la escritura se
dio nos cambio la vida para bien por que la vida se nos facilita mejor.
DESARROLLO
TEMATICO
Historia
La historia es la ciencia
que tiene como objeto
de estudio el pasado
de la humanidad
y como método el propio de las ciencias
sociales. Se denomina también historia
al periodo histórico que transcurre desde la aparición de la escritura
hasta la actualidad.
Más allá de las acepciones propias de la ciencia histórica, historia en el lenguaje usual es la narración
de cualquier suceso, incluso de sucesos imaginarios
y de mentiras;
sea su propósito el engaño, el placer
estético o cualquier otro. Por el contrario, el propósito de la
ciencia histórica es la fijación fiel de los hechos
e interpretarlos ateniéndose a criterios de objetividad;
aunque la posibilidad de cumplimiento de tales propósitos y el grado en que sea
posible son en sí mismos objetos de debate.
En medicina se utiliza el concepto de historia clínica para el registro de datos
sanitarios significativos de un paciente, que se remontan hasta su nacimiento o
incluso a su herencia genética.
A su vez, llamamos historia
al pasado mismo, e, incluso, puede hablarse de una historia
natural en que la humanidad no estaba presente (término clásico ya
en desuso, que se utilizaba para referirse no sólo a la geología
y la paleontología sino también a muchas otras ciencias naturales; las fronteras entre el
campo al que se refiere este término y el de la prehistoria
y la arqueología
son imprecisas, a través de la paleoantropología).
Ese uso del término historia
lo hace equivalente a cambio en
el tiempo.
En ese sentido se contrapone al concepto de filosofía,
equivalente a esencia
o permanencia (lo que permite hablar de una filosofía natural en textos clásicos y en la
actualidad, sobre todo en medios académicos anglosajones, como equivalente a la
física).
Para cualquier campo del conocimiento, se puede tener una perspectiva histórica
-el cambio- o bien filosófica -su esencia-.
La Verdad, el Tiempo y la Historia, de Francisco de
Goya (hacia 1800).
Alegoría de debatida interpretación, es también conocida con otros nombres. El
alado y anciano tiempo
traería de la mano a la verdad para que la historia la dejara registrada mediante la
escritura.
En la mitología griega, Clío
era la musa
o diosa protectora de la Historia, además de la poesía épica. Aquí aparece
observando antes de anotar en su libro, desde un carro alado cuya rueda es la
esfera de un reloj.
Busto de Heródoto,
el llamado Padre de la Historia.
Historia como ciencia
Dentro de la popular división entre ciencias y letras
o humanidades,
se tiende a clasificar a la historia entre las disciplinas humanísticas junto
con otras ciencias sociales (también denominadas ciencias
humanas); o incluso se le llega a considerar como un puente entre
ambos campos, al incorporar la metodología de éstas a aquéllas. La ambigüedad
de esa división del conocimiento humano, y el cuestionamiento de su
conveniencia, ha llevado al llamado debate
de las dos culturas.
No todos los historiadores aceptan la identificación de la historia con
una ciencia social, al considerarla una reducción en sus métodos y objetivos,
comparables con los del arte
si se basan en la imaginación (postura adoptada en mayor o menor
medida por Hugh Trevor-Roper, John Lukacs,
Donald
Creighton, Gertrude Himmelfarb o Gerhard
Ritter). Los partidarios de su condición científica son la mayor
parte de los historiadores de la segunda mitad del siglo XX
y del siglo XXI
(incluyendo, de entre los muchos que han explicitado sus preocupaciones
metodológicas, a Fernand Braudel, E. H. Carr,
Fritz Fischer,
Emmanuel Le Roy Ladurie, Hans-Ulrich Wehler, Bruce Trigger,
Marc Bloch,
Karl Dietrich Bracher, Peter Gay,
Robert Fogel,
Lucien Febvre,
Lawrence
Stone, E. P. Thompson, Eric Hobsbawm,
Carlo Cipolla,
Jaume Vicens Vives, Manuel Tuñón de Lara o Julio Caro
Baroja). Buena parte de ellos, desde una perspectiva multidisciplinar
(Braudel combinaba historia con geografía,
Bracher con ciencia política, Fogel con economía,
Gay con psicología, Trigger con arqueología),
mientras los demás citados lo hacían a su vez con las anteriores y con otras,
como la sociología y la antropología.
Esto no quiere decir que entre ellos hayan alcanzado una posición común sobre
las consecuencias metodológicas de la aspiración de la historia al rigor
científico, ni mucho menos que propongan un determinismo
que (al menos desde la revolución einsteniana de comienzos del
siglo XX) no proponen ni las llamadas ciencias
duras. Por su parte, los historiadores menos proclives a
considerar científica su actividad tampoco defienden un relativismo
estricto que imposibilitaría de forma total el conocimiento de la historia y su
transmisión; y de hecho de un modo general aceptan y se someten a los
mecanismos institucionales, académicos y de práctica científica existentes en
historia y comparables a los de otras ciencias (ética
de la investigación, publicación científica, revisión por pares, debate y consenso científico, etc.).
La utilización que hace la historia de otras disciplinas como
instrumentos para obtener, procesar e interpretar datos del pasado permite
hablar de ciencias auxiliares de la historia
de metodología muy diferente, cuya subordinación o autonomía depende de los
fines a los que estas mismas se apliquen.
Historia como disciplina académica
El registro de anales y crónicas fue en muchas civilizaciones un oficio ligado a un
cargo institucional público, controlado por el estado. Sima Qian
(denominado padre de la Historia
en la cultura china)
inauguró en esa civilización los registros históricos oficiales burocratizados
(siglo
II a. C.). La crítica del musulmán Ibn Jaldún
(Muqaddima
-Prolegómenos a la Historia Universal-,
1377) a la manera tradicional de hacer historia no tuvo consecuencias
inmediatas, siendo considerado un precedente de la renovación de la metodología de la historia y de la filosofía de la historia que no se inició
hasta el siglo XIX,
fruto de la evolución de la historiografía en Europa Occidental. Entre tanto,
los cronistas oficiales castellanos y de Indias dieron paso en la España ilustrada del siglo
XVIII a la fundación de la Real Academia de la Historia;
instituciones similares existen en otros países.
La docencia
de la historia en la enseñanza obligatoria fue una de las bases
de la construcción nacional desde el siglo XIX,
proceso simultáneo a la proliferación de las cátedras de historia en las universidades
(inicialmente en las facultades de letras o Filosofía y Letras, y con el tiempo, en
facultades propias o de Geografía e
Historia -disciplinas cuya proximidad científica y metodológica es una
característica de la tradición académica francesa y española-) y la creación de
todo tipo de instituciones públicas y privadas (clubes históricos o sociedades
históricas, muy habitualmente medievalistas,
respondiendo al historicismo propio del gusto romántico,
empeñado en la búsqueda de elementos de identificación nacional); así como
publicaciones dedicadas a la historia.
En la enseñanza media de la mayor parte de los
países, los programas de historia se diseñaron como parte esencial del currículo. En especial la agregación de historia presente en los lycées franceses desde 1830 adquirió
con el tiempo un prestigio social incomparable con los cargos similares en
otros sistemas educativos y que caracterizó el elitismo de la escuela laica republicana hasta finales del siglo XX.
A ese proceso de institucionalización, siguió la especialización
y subdivisión de la disciplina con diferentes sesgos temporales (de
cuestionable aplicación fuera de la civilización occidental: historia
antigua, medieval, moderna, contemporánea -estas dos últimas, habituales en
la historiografía francesa o española, no suelen subdividirse en la
historiografía anglosajona: en:modern era-),
espaciales (historia nacional, regional,
local,
continental -de África, de Asia,
de América, de Europa, de Oceanía-), temáticos (historia política, militar,
de las instituciones, económica y social, de los movimientos sociales
y de los movimientos políticos, de las civilizaciones, de las mujeres, de la vida cotidiana, de las mentalidades, de las ideas, cultural),
historias sectoriales ligadas a otras disciplinas (historia del
arte, de la música, de las religiones, del derecho, de la ciencia, de la medicina, de la economía, de la ciencia política, de las doctrinas políticas,
de la tecnología), o centrada en cualquier
tipo de cuestión particular (historia de la electricidad, de la democracia, de la Iglesia, de los
sindicatos, de los sistemas operativos,
de las formas -literarias de la Biblia-,
etc). Ante la atomización del campo de estudio, también se han realizado
distintas propuestas que consideran la necesidad de superar esas subdivisiones
con la búsqueda de una perspectiva holística
(historia de las civilizaciones
e historia
total) o su enfoque inverso (microhistoria).
El Premio Nacional de Historia (de Chile -bianual, a una
personalidad- y de España -a una obra
publicada cada año-) y el Premio
Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales (a una personalidad del
ámbito de la historia, la geografía u otras ciencias sociales) son los más
altos reconocimientos de la investigación histórica en el ámbito
hispanohablante, mientras que en el ámbito anglosajón existe una de las
versiones del Premio Pulitzer (en:Pulitzer Prize for History). El Premio Nobel de Literatura, que puede
recaer en historiadores, sólo lo hizo en dos ocasiones (Theodor
Mommsen, en 1902, y Winston
Churchill, en 1953). Desde una perspectiva más propia de la
consideración actual de la historia como una ciencia social, el Premio Nobel de economía fue concedido a Robert Fogel
y Douglass
North en 1993.
Historia como escritura
El escriba sentado (Saqqara III
milenio a. C. -IV o V dinastía de Egipto-). Representa a
un funcionario en actitud de comenzar a escribir, o sea, a registrar un hecho o
una interpretación más o menos interesada de hechos seleccionados -económicos,
militares, legislativos, religiosos-; una función de consencuencias
trascendentales: sirve tanto para el ejercicio y la justificación del poder en su presente como para la preservación
de la memoria histórica hacia la posteridad.
La identificación del concepto de historia
con la narración escrita del pasado produce, por un lado, su confusión con el
término historiografía (historia se llama a la vez al objeto estudiado, a la ciencia que
lo estudia y al documento resultado de ese estudio); y por otro justifica el
empleo del término prehistoria para el período anterior a la
aparición de la escritura, reservándose el nombre historia para el periodo posterior.
Según ese uso restrictivo, la mayor parte de la humanidad queda fuera de la historia, no tanto porque
no accede personalmente a la lectura y la escritura (el analfabetismo
fue la condición común de la inmensa mayoría de la población, incluso para las clases
dominantes, hasta la imprenta), sino porque los reflejados en el discurso histórico
han sido siempre muy pocos, y grupos enteros quedan invisibilizados (las clases bajas, las
mujeres, los discrepantes que no pueden acceder al registro escrito), con lo
que ha sido objeto de preocupación de algunos historiadores la reconstrucción
de la visión de los vencidos y la historia desde abajo.
Lo mismo ocurre con gran número de pueblos y culturas
(las consideradas como culturas primitivas, en una terminología ya
desfasada de la antropología clásica) que no tienen historia. El tópico los
idealiza al considerar que son pueblos
felices. Entran en ella cuando se produce su contacto, habitualmente
destructivo (aculturación), con civilizaciones
(sociedades
complejas, con escritura). Incluso en ese momento no son propiamente objeto de
la historia sino de la protohistoria
(historia realizada a partir de las fuentes
escritas producidas por los que generalmente son sus pueblos
colonizadores por oposición a los pueblos indígenas). No obstante,
independientemente de que los historiadores y los antropólogos
ideológicamente
tengan una tendencia etnocentrista
(eurocentrista,
sinocentrista o indigenista)
o, de forma opuesta, multiculturalista
o relativista cultural, existe la
posibilidad de obtener o reconstruir un relato fiable de los acontecimientos
que afectan a un grupo humano utilizando otras metodologías: fuentes arqueológicas (cultura
material) o historia oral. En buena parte, esta diferencia
es artificial, y no necesariamente novedosa: el mismo Heródoto
no puede sino usar ese tipo de fuentes documentales cuando redacta la que
se considera la primera Historia,
o al menos acuña el término, en la Grecia del siglo V a. C.
para que el tiempo no abata el
recuerdo de las acciones de los hombres y que las grandes empresas acometidas,
ya sea por los griegos, ya por los bárbaros, no caigan en olvido; da también
razón del conflicto que puso a estos dos pueblos en la lid. Así comienza
su obra titulada Ἱστορίαι seminal para la ciencia histórica, y que suele
denominarse en castellano Los nueve libros de historia. La
lid citada son las guerras médicas y los bárbaros,
persas.
Etimología
La palabra historia
deriva del griego ἱστορία. De allí pasó al latín
historia, que en castellano antiguo evolucionó a estoria (como atestigua el título de
la Estoria de España de Alfonso X el Sabio, 1260-1284) y se reintrodujo
posteriormente en el castellano como un cultismo
en su forma latina original.
La etimología remota procede del protoindoeuropeo *wid-tor- (de la raíz *weid-,
"saber, ver" -construcción hipotética-) presente también en la palabras latinas idea o visión, en las germánicas wit, wise o wisdom, la sánscrita
veda, y las eslavas
videti o vedati, y en otras lenguas de la familia indoeuropea.
La palabra antigua griega ἱστορία fue usada por Aristóteles
en su Περὶ τὰ ζῷα ἱστορίαι. El término se derivaba de ἵστωρ se pueden encontrar usos de ἵστωρ en los himnos homéricos, Heráclito,
el juramento de los efebos
atenienses
y en las inscripciones beocias (en un sentido legal, con un significado similar a
"juez" o "testigo"). El rasgo aspirado es problemático, y
no se presenta en la palabra cognata griega εἴδομαι ("aparecer"). La forma ἱστορεῖν ("inquirir"), es una derivación jónica, que se expandió
primero en la Grecia clásica y más tarde en la civilización
helenística.
Historia,
historiografía e historiología
La Historia de Italia de Francesco Guicciardini, 1561
Historia General de los Hechos de los Castellanos en las Islas y Tierra
Firme del Mar Océano, de Antonio de Herrera, edición de 1601.
En el estudio de la historia conviene diferenciar tres conceptos a veces
usados laxamente y que pueden llegar a ser confundidos entre sí:
Ø La historiografía
es el conjunto de técnicas y métodos propuestos para describir los hechos
históricos acontecidos y registrados. La correcta praxis de la historiografía
requiere el empleo correcto del método histórico y el
sometimiento a los requerimientos típicos del método científico. También se denomina
historiografía a la producción literaria de los historiadores, y a las
escuelas, agrupaciones o tendencias de los historiadores
mismos..
Ø La historiología
o «teoría de la historia» es el conjunto de explicaciones, métodos y teorías
sobre cómo, por qué y en qué medida se dan cierto tipo de hechos históricos y
tendencias sociopolíticas en determinados lugares y no en otros. El término fue
introducido por José Ortega y Gasset y el DRAE lo define como el
estudio de la estructura, leyes y
condiciones de la realidad histórica.
Ø La historia
como conjunto de hechos realmente acontecidos en el pasado de la humanidad;
aunque muy frecuentemente se entiendan restrictivamente como hechos históricos únicamente a los acontecimientos
trascendentes, los que tienen un alcance lo suficientemente amplio como para
ser útiles para la comprensión de hechos posteriores, o al menos los que son
interpretados así desde la perspectiva del historiador que los destaca o
considera dignos de recuerdo (memoria histórica). La selección de esos hechos
es cuestión de debate, pues cada una de las interpretaciones de la historia
pone el protagonismo de la historia (sujeto histórico) en uno u otro lugar, lo que
determina qué datos considerar hechos relevantes. Los partidarios de una historia política, militar,
cultural, o de las instituciones no coincidirán con
los partidarios de una historia económica y social; oposición
expresada en los términos marxistas de superestructura y estructura
o el unamuniano
de intrahistoria.
Es imposible ignorar la polisemia y la superposición de estos tres términos, pero
simplificando al máximo: la historia son los hechos del pasado; la
historiografía es la ciencia de la historia; y la historiología es la epistemología
o teoría de la historia.
Filosofía de la historia
La filosofía de la historia no debe confundirse ni con la historiología,
ni con la historiografía, de los que se separa claramente. La filosofía de la historia es la rama de la filosofía
que concierne al significado de la historia humana, si es que lo tiene. En su
origen especuló si era posible un fin teleológico
de su desarrollo, o sea, se pregunta si hay un diseño, propósito, principio
director o finalidad en el proceso de la historia humana. En la actualidad se
discute más sobre la función del conocimiento histórico dentro del conocimiento
y las implicaciones del mismo. También se ha discutido sobre si el objeto de la
historia debe ser una vedad histórica, el deber ser,
o si la historia es en algún sentido es cíclica o lineal y el devenir histórico
se aparta indefinidamente del punto de partida. También se ha discutido si es
posible hablar de la idea de progreso positivo en ella.
Fines y
justificación de la historia
Tampoco deben confundirse los supuestos fines teleológicos del hombre en
la historia con los fines de la
historia es decir, la justificación de la propia
historia como memoria de la humanidad. Si la historia es una ciencia social y
humana, no puede abstraerse del porqué se encarga de estudiar los procesos
sociales: explicar los hechos y eventos del pasado, sea por el conocimiento
mismo, sea por que nos ayudan a comprender el presente:
Cicerón
bautizó a la historia como maestra de
la vida, y como él Cervantes, que también la llamó madre de la verdad. Benedetto
Croce remarcó la fuerte implicación del pasado en el presente con su
toda historia es historia contemporáea.
La historia, al estudiar los hechos y procesos del pasado humano, es un útil
para la comprensión del presente y plantear posibilidades para el futuro. Salustio
llegó a decir que entre las distintas
ocupaciones que se ejercitan con el ingenio, el recuerdo de los hechos del
pasado ocupa un lugar destacado por su gran utilidad. Un tópico muy
difundido (atribuido a Jorge Santayana) advierte que los pueblos que no conocen su historia están
condenados a repetirla, aunque otro tópico (atribuido a Carlos Marx)
indique a su vez que cuando se repite lo hace una vez como tragedia y la segunda como farsa.
La radical importancia de ello se basa en que la historia, como la medicina,
es una de las ciencias en que el sujeto investigador coincide con el objeto a
estudiar. De ahí la gran responsabilidad del historiador:
la historia tiene una proyección al futuro por su
potencia transformadora como herramienta de cambio social;
y a los profesionales que la manejan, los historiadores, les es aplicable lo
que Marx dijo de los filósofos (hasta
ahora se han encargado de interpretar el mundo y de lo que se trata es de
transformarlo). No obstante, desde otra perspectiva se pretende una investigación desinteresada para la
objetividad en la ciencia histórica.
División del
tiempo histórico
No hay un acuerdo universal sobre la periodización
de la historia, aunque sí un consenso académico sobre los periodos de la
historia de la civilización occidental, basado en los
términos acuñados inicialmente por Cristóbal Celarius (Edades Antigua, Media y
Moderna), que ponía al mundo clásico grecorromano y su Renacimiento
como los hechos determinantes para la división; y que actualmente es de
aplicación general. La acusación de eurocentrismo
que se hace a tal periodización no impide que sea la más utilizada, por ser la
que responde precisamente al desarrollo de los procesos históricos que
produjeron el mundo contemporáneo.
En cuanto a la división del tiempo prehistórico en Edad de la Piedra y
Edad de los Metales, fue propuesta en 1836 por el arqueólogo
danés Christian Jürgensen Thomsen.
El problema de cualquier periodización es hacerla coherente en términos sincrónicos
y diacrónicos,
es decir: que sea válida tanto para el
transcurso del tiempo en un único lugar, como para lo que ocurre al mismo tiempo en distintos ámbitos
espaciales. Cumplir ambos requisitos resulta difícil cuando los fenómenos que
originan el comienzo de un periodo en un lugar (especialmente el Próximo
Oriente, Asia central o China) tardan en
difundirse o surgir endógenamente en otros lugares, que a su vez pueden estar
más o menos próximos y conectados (como Europa
Occidental o el África subsahariana), o más o menos lejanos y
desconectados (como América u Oceanía). Para responder a todo ello, los modelos de
periodización incluyen términos intermedios y periodos de solapamiento (yuxtaposición de características
distintas) o transición (aparición
paulatina de las novedades o características mixtas entre el periodo que
empieza y el que termina). La didáctica
de la historia se ayuda frecuentemente de diferentes tipos de representación
gráfica de la sucesión de hechos y procesos en el tiempo y en el espacio.
Historia (Occidente)
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Prehistoria
Pinturas rupestres de Cueva de las Manos (Río Pinturas,
Argentina,
cerca de 9000 años de antigüedad). Representan esquemáticamente a un hombre y a
grupos de animales; también se observan otros símbolos, destacadamente las
manos que dan el nombre al lugar. Esta forma de arte prehistórico, aunque es un testimonio
valiosísimo para la reconstrucción del pasado, no es una fuente histórica, sino arqueológica.
Stonehenge,
un monumento megalítico tipo crómlech
construido en Gran Bretaña en el III
milenio a. C. por un pueblo en transición del neolítico a
la edad de los metales, contemporáneo de las Pirámides de Egipto. Su olvidada función religiosa
y astronómica es objeto en la actualidad de revivals espiritualistas.
Espada de bronce (Saint-Germain-en-Laye, Francia,
hacia 800 a. C.,
periodo protohistórico en el que los héroes
griegos, que usarían armas semejantes, ya son cantados por Homero).
Ø Prehistoria. Desde la aparición del hombre (diferenciación de las
distintas especies
del género Homo, subtribu
hominina,
superfamilia
Hominoidea,
orden de los primates),
de fechas inciertas, hace más de dos millones de años; hasta la aparición de la
escritura,
en torno al IV milenio a. C..
v Paleolítico (etimológicamente Antigua Edad de Piedra, por la piedra tallada). Los hechos más
decisivos son los ligados a la evolución humana, en lo físico, y a la evolución cultural primitiva (utilización de herramientas
y del fuego
y desarrollo de distintos tipos de colaboración
y conducta
social primitiva; destacadamente el lenguaje).
Los grupos sociales no superarían el tamaño de hordas, con una densidad de población inferior a un
habitante por kilómetro cuadrado. La economía
se limitaba a una relación depredadora
con el medio ambiente (caza, pesca
y recolección), lo que no impedía un impacto
notable (primera humanización
del paisaje natural y extinciones
provocadas por la presión de la actividad humana en los ecosistemas
donde se introduce).
Ø Paleolítico inferior. Primeros modos de talla lítica
de instrumentos (Olduvayense
o modo 1 y Achelense
o modo 2), asociados a restos fósiles de homínidos:
Australopitecus,
Homo habilis
y Homo ergaster
(África
sudoriental), Homo erectus
(extendido por todo el Viejo Continente); Homo antecessor y Homo heidelbergensis (específicos
de Europa
-yacimiento de Atapuerca-).
Ø Paleolítico medio. Ligado a cambios en la cultura
material (Musteriense o modo 3) y en las especies de homínidos
(Hombre de Neanderthal en Europa, Homo sapiens
arcaico en África -Hombres de Kibish-), desde hace 130.000 años
hasta hace 35.000 años aproximadamente.
Ø Paleolítico superior. Ligado a la cultura material asociada al Homo sapiens moderno: el modo 4 (Auriñaciense,
Gravetiense,
Solutrense,
Magdaleniense
-en Europa-, Clovis y Monte Verde
-en América, donde por primera vez aparecen homínidos-); desde hace 35.000 años
hasta hace 10.000 años aproximadamente. Ya no hay cambios significativos para
la paleoantropología en el registro
fósil; las variaciones entre distintos grupos son mucho más sutiles:
las estudiadas tradicionalmente por la antropología física y que se conocían como razas humanas,
y que la moderna genética de poblaciones estudia con
renovadas metodologías (genética molecular). Junto con la paleo-lingüística
pretende reconstruir las migraciones primitivas.
v Mesolítico/Epipaleolítico/Protoneolítico.
Periodo de transición, ligado a los cambios que produjo el fin de la última glaciación.
Desde el X milenio a. C. hasta el VIII milenio a. C., aproximadamente.
En las zonas en las que significó una transición hacia el neolítico se denomina
mesolítico,
mientras que en el resto, en las que sólo significa una fase de continuación
del paleolítico, se denomina epipaleolítico.
v Neolítico (etimológicamente "nueva Edad de
Piedra", por la piedra pulimentada: modo 5). Del VIII milenio a. C. al IV milenio a. C.
aproximadamente. Su inicio en cada zona está ligado al desarrollo de la
denominada Revolución Neolítica: sustitución
de la economía depredadora
(caza, pesca y recolección) por la economía
productora (agricultura y ganadería),
lo que intensificó extraordinariamente la densidad de población (de crecimiento
limitado -régimen demográfico antiguo-) y el impacto en
el medio ambiente. Aparición de la cerámica,
sustitución del nomadismo por el sedentarismo
(asentamientos estables o aldeas). Tuvo lugar a partir del VIII milenio a. C. en el Creciente fértil del Oriente
Próximo, y se difundió hacia el norte de África y Europa (en España
a partir del VI milenio a. C.) y Asia. La
aparición de la agricultura y la ganadería se produjo de forma endógena en
otras zonas del mundo (con seguridad en América, de forma menos clara en otras
zonas).
v Edad de los Metales. Desde el IV
milenio a. C. (o más tarde, según la zona), que aunque es
una época ya histórica en el Próximo Oriente Antiguo, es aún
prehistórica en la mayor parte del mundo. Innovaciones tecnológicas de difusión
paulatina (metalurgia,
rueda,
arado,
vela). Algunas aldeas se amurallan
y aumentan de tamaño hasta transformarse en ciudades. La
economía y la sociedad se hace más compleja (excedentes,
comercio
a larga distancia, especialización del trabajo, estratificación social con una élite
dirigente caracterizada por la exhibición de riqueza en forma de armas y monumentos funerarios). El tránsito a la
historia se dará cuando se complete la formación de las sociedades complejas (civilizaciones)
con estado
y religión
institucionalizada, que producirán la escritura.
Historia
Arquero asirio a
caballo. Representa una cacería real como la de la famosa leona herida. La
íntima relación de determinados pueblos con el caballo
caracterizó la dinámica milenaria entre pueblos nómadas-ganaderos y
sedentarios-agricultores (que mucho más tarde describiría el historiador árabe Ibn Jaldún).
Los miles de
guerreros del ejército de terracota (Xian, siglo
III a. C.) servían para garantizar el eterno mandato de Qin Shi Huang,
autoproclamado primer emperador de China, temeroso de los
innumerables enemigos cuya venganza esperaba en la vida después de la muerte.
Las civilizaciones
extremo-orientales se caracterizaron por su continuidad, que no se
vio interrumpida por la discontinuidad entre Edad Antigua y Edad Media propia
de la civilización occidental. Especialmente la civilización china, el ejemplo más estable de imperio hidráulico, vio la repetición aparentemente perpetua de
ciclos dinásticos de auge (interpretado tradicionalmente como premio
por respetar el equilibrio del mandato del
cielo), descomposición interna (interpretada como
consecuencia del desequilibrio al no respetarlo) e invasiones exteriores (interpretadas
como castigo y oportunidad de reiniciar el ciclo), que continuó hasta el siglo
XX.
El acueducto de Segovia, una construcción
utilitaria romana de finales del siglo I, sigue determinando la personalidad de una ciudad
contemporánea, junto con otros hitos de su historia como las murallas o la catedral. Otras muestras de la pervivencia de
la romanización en la actualidad son la
lengua, el derecho, la religión, etc.
Ø Historia. Desarrollo de la escritura
como consecuencia de la aparición de los primeros estados. IV
milenio a. C. en Sumeria.
v Protohistoria. Período de solapamiento: las civilizaciones
que desarrollan escritura dejan constancia escrita no sólo de sí mismas, sino
de otros pueblos que no lo han hecho. Habitualmente los pueblos
colonizadores son los que dejan testimonio histórico de su relación
los pueblos indígenas (por ejemplo, de los pueblos prerromanos).
Ø Nacimiento de la civilización en el Antiguo Oriente Próximo (a veces
denominado Antigüedad temprana).
Primeros estados (templos, ciudades-estado, imperios hidráulicos) en Mesopotamia
(Sumeria,
Acad, Babilonia, Asiria), Antiguo
Egipto, Levante Mediterráneo (Fenicia,
Antiguo
Israel) y el resto del Mediterráneo Oriental (civilizaciones anatólicas
-hititas-,
y egeas -minoica y micénica-); con muy poca relación con esos
núcleos en India
(cultura del valle del Indo), China;
y de forma endógena en la América precolombina y en algunas culturas
del África Subsahariana.
Ø Antigüedad clásica: Entre el siglo
VIII a. C. y el siglo
II d. C.. De validez restringida a las civilizaciones griega y romana, caracterizadas
por la cultura clásica (término de gran ambigüedad,
que en su aspecto espacial y temporal puede considerarse ampliado a todo el
Próximo Oriente por el helenismo posterior al Imperio de Alejandro
Magno y al Mediterráneo occidental por el helenizado Imperio
romano; o restringido al periodo
clásico del arte griego -siglo
V a. C. y siglo
IV a. C.-; o de forma aún más estricta reducido al siglo de
Pericles -la Atenas de mediados del siglo V-), y unos precoces conceptos de
libertad,
democracia
y ciudadanía
que se basaban paradójicamente en la sumisión de otos pueblos y la utilización
intensiva de la fuerza de trabajo esclava. Ambas civilizaciones
contaban sus eras desde fechas del Siglo
VIII a. C. (la primera olimpiada
o la fundación de Roma, respectivamente).
Simultáneamente se desarrolló el Imperio persa,
que ocupa el espacio intermedio y pone en contacto las civilizaciones mediterráneas con las civilizaciones
asiáticas, especialmente la hindú, mientras que las civilizaciones
de Extremo Oriente, como la china, se desarrollan
de forma prácticamente independiente, y las americanas en total desconexión.
Ø Antigüedad tardía: De validez restringida a Occidente, es un
periodo de transición, desde la crisis del siglo III hasta Carlomagno
o la llegada del Islam
a Europa (siglo VIII),
en que el Imperio romano entra en decadencia y sufre el impacto de las invasiones germánicas, nuevas religiones monoteístas
(cristianismo
e Islam)
se imponen como religiones dominantes y el modo de producción esclavista se sustituye
por el modo de producción feudal. En Oriente
sobrevive el Imperio bizantino rehelenizado.
Cara de la guerra en el Estandarte de
Ur, III milenio a. C.. Aparecen tropas
uniformadas y en formación, carros de guerra y la figura destacada de un líder.
Los enemigos vencidos son pisoteados por los caballos o sometidos.
Dos guerreros griegos en combate singular. Tras
ellos hay carros de guerra. Fragmento de una crátera
ática de figuras negras, Selinunte, siglo
VI a. C. (contemporánea a las reformas de Clístenes). El equipamiento militar para el
combate cuerpo a cuerpo (casco, lanza) es similar al que usarán los hoplitas,
pero ellos luchan agrupados en falanges, y el escudo estará diseñado para proteger tanto al
compañero de filas como al que lo lleva.
Sarcófago Ludovisi, hacia 250. Las legiones
romanas luchan contra los godos, que en los siglos
siguientes (periodo de las invasiones bárbaras) contribuirán decisivamente
tanto a la continuidad como a la Caída del Imperio romano, tras la que
instaurarán algunos de los más importantes reinos germánicos de la Alta Edad Media.
Chac Mool (Chichén Itzá,
ciudad maya
fundada en el siglo VI).
Las civilizaciones mesoamericanas desarrollaron una cultura
peculiar ligada a la guerra ritualizada entre
ciudades-estado rivales, que incluía el sacrificio
de los prisioneros para garantizar el orden cosmológico, además de una antropofagia
de debatida consideración.
Un
caballero, un clérigo y un campesino (los tres órdenes
feudales) ilustran la miniatura
de una letra capitular en un manuscrito medieval.
Edad Media: De validez restringida a Occidente, desde la
caída del Imperio romano de Occidente (siglo V)
hasta la caída del Imperio romano de Oriente (siglo XV).
En un periodo tan prolongado se produjeron dinámicas muy complejas, que poco
tienen que ver con los tópicos de aislamiento, inmovilismo y oscurantismo con
que se la definía desde la perspectiva de la modernidad,
que la infravaloraba como un paréntesis de atraso y discontinuidad entre una
mitificada edad antigua y su renacimiento
en la moderna.
Alta Edad
Media: siglo V
al siglo X.
Una época oscura por la escasez
de fuentes escritas, debida al retroceso de la vida urbana y de la
descomposición del poder político que caracterizan al feudalismo.
La Iglesia, sobre todo a través del monacato,
se convierte en la única continuidad de la tradición intelectual. La nobleza
y el clero,
vinculados familiarmente, son los señores
que ejercen el poder político, social y económico sobre los campesinos
sometidos a servidumbre. Castillos y monasterios se imponen en un paisaje de bosques, baldíos y
pequeñas aldeas casi incomunicadas.
Baja Edad
Media: Del siglo XI
al siglo XV.
A veces se restringe al siglo XIV y al siglo XV,
como Crisis de la Edad Media o Crisis del siglo XIV; denominándose el
periodo del siglo XI
al siglo XIII
como Plenitud de la Edad Media. Se produce una revolución urbana y un aumento de la
actividad comercial y artesanal de una incipiente burguesía,
al tiempo que se fortalece el poder de las monarquías feudales. Los poderes universales (Pontificado e Imperio) se
enfrentan y entran en crisis. Las Cruzadas
demuestran la capacidad de expansión europea hacia el oriente del Mediterráneo,
mientras en Al-Ándalus (España musulmana) se imponían los reinos
cristianos del norte peninsular. La universidad medieval reelaboró el saber
antiguo a través de la escolástica (revolución del siglo XII). En los siglos
finales se conforman los rasgos que caracterizarán todo el periodo del Antiguo
Régimen: una economía en transición del feudalismo al
capitalismo, una sociedad estamental y una monarquía autoritaria en transición a la monarquía absoluta.
El David de Miguel Ángel (1504), obra cumbre
del Renacimiento italiano, y ejemplo de la
confianza en el ser humano propia del antropocentrismo
humanista.
Ø Edad Moderna: De mediados o finales del siglo XV
a mediados o finales del siglo XVIII. (Para los anglohablantes, Early Modern Times, es decir,
"Primera Edad Moderna" o "Edad Moderna Temprana"). Se toma
como hitos que marcan su comienzo la Imprenta,
la toma de Constantinopla por los turcos o el descubrimiento de América; como final, la Revolución francesa, la Independencia
de los Estados Unidos de América o la Revolución industrial. Es por primera vez,
un periodo de validez casi mundial, puesto que para la mayor parte del mundo
(con la excepción sólo parcial de China o Japón -que tras unos primeros
contactos optan por cerrarse a la influencia exterior en mayor o menor medida-
o de espacios recónditos de América, África y Oceanía -colonizados en el siglo
XIX-), significó la imposición de la civilización occidental y la denominada economía-mundo.
Se inició con la era de los descubrimientos y la expansión
del imperio español y el portugués, mientras el mundo de las ideas
experimentaba las innovaciones del Renacimiento,
la Reforma Protestante y la Revolución científica; contrapesadas por
la Contrarreforma
y el Barroco.
Mientras en la Francia de Luis XIV triunfaba el absolutismo,
en otras partes de Europa noroccidental lo hacían las primeras revoluciones burguesas que desafiaban al
Antiguo Régimen (revolución holandesa, revolución inglesa) y en el sur y este del
continente se observaba un proceso de refeudalización.
El eje de la civilización se desplazó de la cuenca del Mediterráneo al océano atlántico. La crisis del siglo XVII y los tratados de Westfalia reedificaron un nuevo
equilibrio europeo que imposibilitaba las
hegemonías española o francesa, y que se mantuvo durante el siglo XVIII,
caracterizado intelectualmente por la Ilustración.
A lo largo de todo el periodo se van gestando los modernos conceptos de nación
y estado.
Prueba
nuclear en el atolón de Bikini, 26 de marzo
de 1954,
en plena Guerra fría. La era nuclear se inauguró en 1945, cuando los Estados
Unidos lanzaron en Hiroshima y Nagasaki las primeras bombas atómicas. La Unión Soviética la siguió en lo que se denominó
carrera nuclear o carrera de armamentos (simultánea a
la carrera
espacial), así como las otras tres potencias con derecho a
veto en el Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas: Reino Unido, Francia
y China.
Otros países no firmantes del tratado de no proliferación nuclear
han desarrollado este armamento: abiertamente India y Pakistán;
sin reconocerlo Israel,
Sudáfrica
-lo desmanteló al caer el régimen de apartheid-
y quizá otros.
Ø Edad Contemporánea. Desde mediados o finales del siglo XVIII
hasta el presente. (Para los anglohablantes Later Modern Times, es decir, "Segunda Edad Moderna" o
"Edad Moderna Tardía"). Una inicial era de las revoluciones (revolución industrial, revolución burguesa y revolución liberal) acabó con el Antiguo
Régimen y dio paso en la segunda mitad del siglo XIX
al triunfo del capitalismo que se extiende con el imperialismo
a todo el mundo, al tiempo que se veía contestado por el movimiento
obrero. Las guerras napoleónicas dieron paso a un
periodo de hegemonía británica durante la era
Victoriana. El comienzo de la transición demográfica (primero en Inglaterra,
poco después en el continente europeo y posteriormente en el resto del mundo)
produce una verdadera explosión demográfica que altera de forma
radical el equilibrio social y el del hombre con la naturaleza, sobre todo a
partir de la segunda revolución industrial (paso de la era del carbón
y de la máquina de vapor a la era del petróleo
y el motor de explosión y la era de la electricidad). La primera
mitad del siglo XX
se marcó por dos guerras mundiales y un período de entreguerras en el que las democracias liberales enfrentadas a la crisis de 1929
se ven desafiadas por los totalitarismos soviético
y fascista.
La segunda mitad del siglo XX se caracterizó por el equilibrio del terror entre las dos superpotencias
(Estados
Unidos y la Unión Soviética), y la descolonización
del Tercer Mundo,
en medio de conflictos regionales de gran violencia (como el árabe-israelí) y una aceleración de la
innovación tecnológica (tercera revolución industrial o revolución científico-técnica). Desde
1989, la caída del muro de Berlín y la desaparición
del bloque comunista condujeron al mundo actual del
siglo XXI
presidido por la globalización tanto de la economía como de la
presencia política, militar e ideológica (poder blando)
de la única superpotencia, así como de sus aliados (potencias clásicas -Unión Europea,
Japón-),
socios o posibles rivales (potencias emergentes -China-) y opositores
(potencias menores, como algunos países islámicos, y movimientos a veces expresados
en terrorismo -11-S-).
Código de Hammurabi, Babilonia. Edad Antigua.
Mezquita de Córdoba. Edad Media.
La libertad guiando al pueblo, de Eugéne Delacroix (Francia).
Edad Contemporánea.
CONCLUSION
Lo mas importante es conocer como nació la escritura y otras
mas para así poder transmitir que durante años se ha luchado para mejorar las
cosas.
De lo cual es muy interesante por que hasta
con signos se puede escribir como dicen por ahí vale más lo que aprendemos en
carne propia que nada mas no los cuenten y conocer más sobre nuestra historia.
BIBLIOGRAFIA
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